miércoles, 14 de enero de 2015

Un guiño a nuestra intuición

Es un guiño a nuestra intuición como instrumento de percepción, que permite profundizar, ahondar, en el conocimiento de lo que Somos.

Si como sugeríamos en el post anterior, el error fundamental no es otro que desconocer nuestra naturaleza divina, nos encontramos ante un problema que se concreta en una toma progresiva de conciencia, y en última instancia en capacidad de percepción de la realidad. Tradicionalmente se nos educó en la pequeñez, en el pecado, en la culpa, en el reconocimiento de que la divinidad era algo aparte de nosotros. Hoy en día, a pesar de las múltiples batallas ganadas a los modos de pensar y sentir impuestos por la tradición, todavía existe un abismo entre el creer y la certeza. La creencia se manifiesta como un modo de adhesión que hasta cierto punto nos calma de nuestra soledad interior, del no saber, de la profundidad del misterio de la vida. Sin embargo, la certeza es un estado de conciencia que nace y se origina más allá de la creencia. La certeza, bien merece otro nombre, el de la fe, tan poco comprendida. La fe es ciertamente una fuerza del alma, y proviene y se manifiesta más allá de la mente en donde anidan las creencias. Hay que distinguir entre creencia y fe. Es preciso hacerlo.

La fe es la certeza de la intuición, y como ya definiera Pablo de Tarso es la substancia de las cosas que esperamos y la evidencia de lo que no vemos. La fe tiene lugar, como decía, en un plano superior al de la mente; la certeza de la fe no se asienta en los razonamientos mentales, en las creencias, es la substancia de lo que esperamos de un estado de conciencia superior y al tiempo es una evidencia, una certeza, una realidad que no precisa de los sentidos ordinarios. La fe, es una evidencia a partir de sentidos superiores que todos tenemos aunque desconozcamos y no se nos haya educado en su ejercitamiento y desarrollo. Este sentido superior es la intuición que nos provee de una noción de realidad que es distinta a todo lo que conocíamos con nuestra mente, y que nos otorga un sentido de certeza y de plenitud. Cuando vislumbramos que somos esa plenitud que está pidiendo a gritos su realización, podemos mirar si en cada acto, en cada instante, en cada oportunidad estamos participando conscientemente de un proceso que es parte de un desarrollo connatural a nuestra existencia.

Este desarrollo nos pedirá recurrentemente que nuestra noción de realidad, es decir aquello que para nosotros es importante y donde tenemos puesta nuestra intención y nuestra atención, crezca y se expanda. La intuición nos está señalando otro nivel de realidad superior, un nivel que se corresponde con nuestra verdadera identidad. Este es un paso tan sagrado como inevitable. Cuando tenemos la intuición de que nuestra realidad no está puesta en lo perecedero, sino en el sujeto que vive lo perecedero, el progreso se anuncia a pasos agigantados. Esta intuición funciona de manera que aunque no podamos explicar algo por pertenecer a un nivel superior y distinto del de nuestra mente concreta, uno sabe "a ciencia cierta" que lo que sabe es cierto, valga la redundancia y la expresión. El paso anunciado al que me refería tiene lugar cuando además de mirar y ver que lo que se percibe a través de la intuición es cierto se asume y se pone allí la atención y noción de realidad. Es decir la fe nos hace ver y asumir que aquello que vemos y entendemos como cierto será nuestro soporte en el actuar. A través del mirar desde el centro de nuestra atención nos iremos centrando más y más en aquello que Somos y no en lo que experimentamos. Hemos de mirar y ver cuál es el sentir en nuestros corazones, qué es lo que ese mirar me sugiere, a qué certidumbres me acerca, qué resonancias me produce. Y el mirar conduce al ver en profundidad, y el ver en profundidad nos lleva a un sentir en profundidad, todo ello del hilo de una intuición, de una certeza que tenemos que llegar a escribir con mayúsculas. CERTEZA del ser gran amor que Somos.

Sigue el hilo a "Descubriendo la Identidad Esencial que Somos"





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