martes, 6 de enero de 2015

Examinando el contraste entre la carencia que sentimos y la plenitud que Somos

Es una invitación a examinar el contraste entre la carencia que sentimos y la plenitud que Somos.

Decíamos en la entrada anterior que estamos invitados a experimentar el sentir de un jardín que es Vida total y completo sentido. La gran cuestión es cómo pasar de la idea de que existe un jardín que se nos promete o insinúa como el paraíso a poder sentir y vivir la plenitud de ese paraíso aquí y ahora. Nadie puede renunciar a la plenitud que se intuye, simplemente porque es parte de la propia naturaleza, es decir estamos llamados a completarnos, y este completarnos se realiza a través del vivir conscientemente. Hemos de apercibirnos de todo cuanto sucede en nuestro exterior en cuanto estímulos de todo tipo que van y vienen a nosotros (ideas, opiniones, afectos y desafectos, etc), y de todo cuanto sucede en nuestro interior (emociones, pensamientos), y de lo que es nuestra capacidad y lucidez de dar respuesta consciente a los estímulos externos. Hemos de pasar de lo que creemos ser al Ser, y ello exige que exista esta demanda en nuestra conciencia, que en la mayoría de las ocasiones se manifiesta en forma de dolor, de insatisfacción profunda. Es preciso que estemos entendiendo que hay en nosotros algo que debe ser comprendido en profundidad porque nos demos cuenta de que lo que hasta ahora creíamos no es suficiente, que lo que hasta ahora sentíamos no es suficiente, que lo que hacíamos hasta ahora no es suficiente. Déficit frente a plenitud, insuficiencia frente a suficiencia.  Este es el viaje del hombre transitorio al hombre eterno, del hombre común al hombre espiritual.

Cada cosa, situación y momento pueden convertirse en el objeto de este mirar sencillo que no requiere de reflexiones mentales. Este sencillo mirar se realiza desde la profundidad de nuestra atención, y no importa  cómo ni de qué manera, pero lo cierto y experimentable es que funciona así, aunque inicialmente ni se sospeche ni se comprenda. Este mirar se produce desde el centro de nuestro ser,  en este ser que Es sujeto de todo lo que vivimos, este mirar nos desidentifica de todo lo que son objetos que van y vienen y nos dan evidencia del Ser que somos y que vive cualquir manifiestación sin pérdida ni dolor.

La sola noción de plenitud nos sitúa ante el reconocimiento de que todo en el universo está envuelto en un desarrollo, nada escapa a esta sucesión de conquistas que van desde lo que es la semilla hasta la máxima expresión de cuanto en ella se alberga. Y en cada semilla de cuanto el Universo contiene encontramos la sagrada trimurti: Voluntad, Amor e Inteligencia. Quizás se haga necesario meditar profundamente en estos tres atributos, pero a poco que con sinceridad se investigue nos apercibiremos que todo, todo sin excepción, está conformado por estas tres cualidades básicas o fundamentales. El grado de presencia de las mismas determinará su nivel evolutivo, y en tal sentido se nos mostrará como carencia o como realización del atributo.

Cuando examinamos con detenimento lo que es la vida de nuestra personalidad, en su triple vertiente física, emocional y mental, nos damos cuenta de que estamos inmersos en una frenética persecución de cosas, bien sean estas materiales o bien estados internos, emociones, valores. La satisfacción de una infinidad de deseos por sí no nos sana de nuestra necesidad de Ser. Los deseos y los temores a la pérdida de lo que vamos conquistando son lados de la misma moneda. Pero nosotros no somos lo comprado o adquirido, somos el Ser que expresa toda su capacidad a través de la donación de su triple cualidad: Voluntad, Amor e Inteligencia. La toma de conciencia profunda de que no somos las cosas que con tanto esfuerzo hemos conquistado y que tanto más esfuerzo cuesta mantener, tales como relaciones, profesiones, bienes, estatus social, ideales, etc, es un paso tan necesario como inevitable. Cuando la pérdida sobreviene y nos sentimos en la miseria o ante lo que creemos es un sinsentido de la vida, la invitación a la toma de conciencia se hace completa, no se puede rechazar o el dolor se hará insoportable. La invitación se hace ineludible y se presenta como un regalo en tanto que el dolor que nos traspasa señala allá donde se hace preciso mirar, allá donde está el error fundamental. Este error fundamental no es otro que desconocer nuestra naturaleza divina, nuestra plenitud de Ser que ya somos y que ha de ser mirada, sentida,  reconocida, asumida para luego ser expresada en cada acto, de forma incondicional, más allá de todo deseo, más allá de todo temor. Este paso por doloroso que parezca o por difícil que se antoje es parte de la invitación que mantengo, para que si quieres la hagamos juntos, de la mano.

Sigue el hilo a "Un guiño a nuestra intuición"

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