jueves, 20 de noviembre de 2014

El Espíritu de la Mediación - Topografía de los holones-conciencia, topografía del conflicto (7 de 10)


EL ESPÍRITU DE LA MEDIACIÓN

2. 2 Topografía de los holones-conciencia, topografía del conflicto
Reiteremos parte de lo dicho: La falta de percepción de la disociación del hombre eterno-hombre transitorio mantiene a tales observadores en un holón o entidad ubicada en un espectro de conciencia hombre transitorio- que se caracteriza por la percepción de un universo fragmentado, separado, desconectado de la Esencia que lo engloba y sustenta, y en el que el modo de las relaciones con sus códigos, normas y sistemas de resolución de conflictos son pauta y dan juego a los errores de esta distorsión perceptiva. Errores que son causa del conflicto y que en sus formulaciones más básicas tienen que ver con la necesidad del hombre transitorio de supervivencia en un mundo chato desconectado de lo superior; con la necesidad de autoprotección frente a toda amenaza que se percibe del exterior; con la necesidad de comparar y juzgar que cristaliza y separa unos modos de otros e incrementa nuestra identificación con las formas y no con el ser; y con la necesidad de llenar nuestra carencia de la Totalidad que intuimos derivada de nuestra condición callada de hombre eterno. Una perspectiva desde un holón de conciencia superior, trascendente, la que corresponde al hombre eterno responde a otra lógica de conciencia en la que la Unidad no sólo se percibe sino que se Es.
Aquí no hay fragmentación, ni separación, ni error, ni conflicto. La cualidad y capacidad de cada holón de emerger y trascender hacia el Todo del que forma parte se manifiesta en grados de desarrollo de la conciencia, la cual se expande hasta trascender los límites propios del holón y anidar en la conciencia mayor y en la más amplia perspectiva del nuevo Todo en que reside. Hay numerosos grados y escalas en cada holón de conciencia, de modo que vemos cómo conviven dentro de la Justicia distintos tipos de conflictos y correlativos grados de justicias, como hemos antedicho. El hombre transitorio es la suma de múltiples experiencias de orden horizontal o psicológico que como tal le conforman y desarrollan en su conexión con el mundo exterior, y también de orden vertical, en sentido de lo trascendente, de lo que es sendero hacia la esencia o unidad en el Todo mayor, lo espiritual en un sentido amplio, esto es lo que conecta al hombre con el hombre y al hombre con Dios. El paso o conquista del hombre eterno por el hombre transitorio es algo connatural, fundamental, simplemente lógico y responde a una Ley o Lógica Universal que se expresa dualmente: de un lado, en una lógica del olvido en un tiempo extendido –pasado-presente-futuro-, lógica divergente; y, de otro lado, en una lógica del recuerdo manifiesta en un eterno presente, lógica convergente: el Amor. En la lógica divergente experimentamos la dualidad, el contraste; la vibración o frecuencia de cada holón de conciencia, o sistemas de holones de conciencia, se relacionan por comparación, y todo ello con extraordinaria implicación de la mente. En la lógica del recuerdo o convergente, todo tiende a experimentarse en la unidad indiferenciada ante el silente mirar de la mente. En este campo la Justicia simplemente se Es como atributo supremo. No afirmar, siquiera como hipótesis, la posibilidad de la Justica absoluta es negar la esencia de la que las justicias derivan, y por tanto vedar en cierta forma su posibilidad de emergencia, de trascender, de actualizar el potencial inherente, latente, con residencia, carta de naturaleza y plenitud en un nivel superior. En el espacio-tiempo de la lógica divergente las estructuras que conforman la personalidad humana –física, emocional y mental-  son su propia razón de ser y por tanto perfectas y adecuadas al holón cuya conciencia encarnan. La trascendencia del holón de conciencia hombre transitorio a su Todo superior hombre eterno exige que emoción y mente, que reinan en la divergencia, se comprendan y se puedan suspender a voluntad. Han de poder acallarse en un silencio, en un ir al centro, en una renuncia consciente que no es renuncia, que es aceptación de un Todo superior que se intuye como parte de la inherente condición y aspiración al bien superior.
Por tanto, no basta el mero entendimiento de la cuestión. Exige un posicionarse de nuevo, en un centro que es presente en conexión vertical con la propia Esencia. Y este posicionarse implica la toma de conciencia de esta perspectiva universal convergente y  su vivencia práctica en la esfera o campo de actuación del hombre transitorio. El jurista, entendido en la amplia acepción del término, puede moverse en el escenario de las múltiples perspectivas y de las múltiples justicias, el que de verdad lo es, reclamará para sí y su entorno una perspectiva no mejor ni peor sino simplemente en correspondencia a un orden superior que se mece en el Todo central, que es causa y origen de “los todos”, los otros, del que derivan y son expresión.

Ir a 8 de 10 

No hay comentarios:

Publicar un comentario