EL ESPÍRITU DE LA MEDIACIÓN
Reiteremos
parte de lo dicho: La falta de percepción de la disociación del hombre eterno-hombre transitorio
mantiene a tales observadores en un holón o entidad ubicada en un espectro de
conciencia –hombre transitorio- que
se caracteriza por la percepción de un universo fragmentado, separado,
desconectado de la Esencia que lo engloba y sustenta, y en el que el modo de
las relaciones con sus códigos, normas y sistemas de resolución de conflictos son
pauta y dan juego a los errores de esta distorsión perceptiva. Errores que son
causa del conflicto y que en sus formulaciones más básicas tienen que ver con
la necesidad del hombre transitorio de
supervivencia en un mundo chato desconectado de lo superior; con la necesidad
de autoprotección frente a toda amenaza que se percibe del exterior; con la
necesidad de comparar y juzgar que cristaliza y separa unos modos de otros e
incrementa nuestra identificación con las formas y no con el ser; y con la
necesidad de llenar nuestra carencia de la Totalidad que intuimos derivada de
nuestra condición callada de hombre
eterno. Una perspectiva desde un holón de conciencia superior,
trascendente, la que corresponde al hombre
eterno responde a otra lógica de conciencia en la que la Unidad no sólo se
percibe sino que se Es.
Aquí no hay fragmentación, ni separación, ni error, ni conflicto. La cualidad y capacidad de cada holón de emerger y trascender hacia el Todo del que forma parte se manifiesta en grados de desarrollo de la conciencia, la cual se expande hasta trascender los límites propios del holón y anidar en la conciencia mayor y en la más amplia perspectiva del nuevo Todo en que reside. Hay numerosos grados y escalas en cada holón de conciencia, de modo que vemos cómo conviven dentro de la Justicia distintos tipos de conflictos y correlativos grados de justicias, como hemos antedicho. El hombre transitorio es la suma de múltiples experiencias de orden horizontal o psicológico que como tal le conforman y desarrollan en su conexión con el mundo exterior, y también de orden vertical, en sentido de lo trascendente, de lo que es sendero hacia la esencia o unidad en el Todo mayor, lo espiritual en un sentido amplio, esto es lo que conecta al hombre con el hombre y al hombre con Dios. El paso o conquista del hombre eterno por el hombre transitorio es algo connatural, fundamental, simplemente lógico y responde a una Ley o Lógica Universal que se expresa dualmente: de un lado, en una lógica del olvido en un tiempo extendido –pasado-presente-futuro-, lógica divergente; y, de otro lado, en una lógica del recuerdo manifiesta en un eterno presente, lógica convergente: el Amor. En la lógica divergente experimentamos la dualidad, el contraste; la vibración o frecuencia de cada holón de conciencia, o sistemas de holones de conciencia, se relacionan por comparación, y todo ello con extraordinaria implicación de la mente. En la lógica del recuerdo o convergente, todo tiende a experimentarse en la unidad indiferenciada ante el silente mirar de la mente. En este campo la Justicia simplemente se Es como atributo supremo. No afirmar, siquiera como hipótesis, la posibilidad de la Justica absoluta es negar la esencia de la que las justicias derivan, y por tanto vedar en cierta forma su posibilidad de emergencia, de trascender, de actualizar el potencial inherente, latente, con residencia, carta de naturaleza y plenitud en un nivel superior. En el espacio-tiempo de la lógica divergente las estructuras que conforman la personalidad humana –física, emocional y mental- son su propia razón de ser y por tanto perfectas y adecuadas al holón cuya conciencia encarnan. La trascendencia del holón de conciencia hombre transitorio a su Todo superior hombre eterno exige que emoción y mente, que reinan en la divergencia, se comprendan y se puedan suspender a voluntad. Han de poder acallarse en un silencio, en un ir al centro, en una renuncia consciente que no es renuncia, que es aceptación de un Todo superior que se intuye como parte de la inherente condición y aspiración al bien superior.
Por tanto, no basta el mero
entendimiento de la cuestión. Exige un posicionarse de nuevo, en un centro que
es presente en conexión vertical con la propia Esencia. Y este posicionarse implica
la toma de conciencia de esta perspectiva universal convergente y su vivencia práctica en la esfera o campo de
actuación del hombre transitorio. El
jurista, entendido en la amplia acepción del término, puede moverse en el
escenario de las múltiples perspectivas y de las múltiples justicias, el que de
verdad lo es, reclamará para sí y su entorno una perspectiva no mejor ni peor
sino simplemente en correspondencia a un orden superior que se mece en el Todo
central, que es causa y origen de “los todos”, los otros, del que derivan y son
expresión.Aquí no hay fragmentación, ni separación, ni error, ni conflicto. La cualidad y capacidad de cada holón de emerger y trascender hacia el Todo del que forma parte se manifiesta en grados de desarrollo de la conciencia, la cual se expande hasta trascender los límites propios del holón y anidar en la conciencia mayor y en la más amplia perspectiva del nuevo Todo en que reside. Hay numerosos grados y escalas en cada holón de conciencia, de modo que vemos cómo conviven dentro de la Justicia distintos tipos de conflictos y correlativos grados de justicias, como hemos antedicho. El hombre transitorio es la suma de múltiples experiencias de orden horizontal o psicológico que como tal le conforman y desarrollan en su conexión con el mundo exterior, y también de orden vertical, en sentido de lo trascendente, de lo que es sendero hacia la esencia o unidad en el Todo mayor, lo espiritual en un sentido amplio, esto es lo que conecta al hombre con el hombre y al hombre con Dios. El paso o conquista del hombre eterno por el hombre transitorio es algo connatural, fundamental, simplemente lógico y responde a una Ley o Lógica Universal que se expresa dualmente: de un lado, en una lógica del olvido en un tiempo extendido –pasado-presente-futuro-, lógica divergente; y, de otro lado, en una lógica del recuerdo manifiesta en un eterno presente, lógica convergente: el Amor. En la lógica divergente experimentamos la dualidad, el contraste; la vibración o frecuencia de cada holón de conciencia, o sistemas de holones de conciencia, se relacionan por comparación, y todo ello con extraordinaria implicación de la mente. En la lógica del recuerdo o convergente, todo tiende a experimentarse en la unidad indiferenciada ante el silente mirar de la mente. En este campo la Justicia simplemente se Es como atributo supremo. No afirmar, siquiera como hipótesis, la posibilidad de la Justica absoluta es negar la esencia de la que las justicias derivan, y por tanto vedar en cierta forma su posibilidad de emergencia, de trascender, de actualizar el potencial inherente, latente, con residencia, carta de naturaleza y plenitud en un nivel superior. En el espacio-tiempo de la lógica divergente las estructuras que conforman la personalidad humana –física, emocional y mental- son su propia razón de ser y por tanto perfectas y adecuadas al holón cuya conciencia encarnan. La trascendencia del holón de conciencia hombre transitorio a su Todo superior hombre eterno exige que emoción y mente, que reinan en la divergencia, se comprendan y se puedan suspender a voluntad. Han de poder acallarse en un silencio, en un ir al centro, en una renuncia consciente que no es renuncia, que es aceptación de un Todo superior que se intuye como parte de la inherente condición y aspiración al bien superior.
Ir a 8 de 10
No hay comentarios:
Publicar un comentario