lunes, 17 de noviembre de 2014

El Espíritu de la Mediación - Invitación a amar la labor mediadora (4 de 10)


EL ESPÍRITU DE LA MEDIACIÓN
 1. 3 Invitación a amar la labor mediadora
Aquí, reducido todo tiempo a presente, se nos emplaza a los juristas para, como “sacerdos”, vincular inteligencia, afecto y energías a la labor mediadora que, en un movimiento en espiral, representa y se muestra como una expansión de conciencia reunificadora. La mediación es, por encima y por abajo, por dentro y por fuera, y así lo proclamo, un acto de amor, de conciencia social comprometida en esa labor progresora de hacer de las leyes verdades no desligadas de sus manaderos esenciales. Sus frutos, no importan tanto los tiempos, serán la reconexión con la fuente, con la Ley que articula el despliegue del Ser en todos los seres.
Si a cada momento histórico le cabe ser dueño o esclavo de sus propias ideas y creencias, de sus mejores o peores realizaciones, es la nuestra, y en particular el tiempo vivido en presente, propiciatoria para un maridaje entre ciencia y corazón.
“Lo que deseo es que el quehacer palingenésico no se aquiete, no se pare en reconstrucción sólo formal o gramatical, de suerte que sirva de soporte a la alta tarea de desentrañar el espíritu acunado en cada una de las figuras o instituciones jurídicas, reconduciéndolas todas al espíritu general, al que es eje y motor del ordenamiento jurídico entero.”[1]
La mediación es parte de esta labor palingenésica, de regeneración, de renacimiento de los seres a una mayor armonía, a su conciencia axial, a su Ser. Hay en la mediación, bien mirada, notas muy reveladoras de una función que es al tiempo circunstancia y encuentro, salida y llegada, pero todo ello desde el centro, desde una neutralidad que es y se predica como sagrada, desde un punto medio que equidista de todo posible extremo.
La mediación se comporta como instrumento revelador de una conciencia más amplia de aquella que es suma de los mediados a los que asiste. El acto de estar en el centro sin tomar opción constituye en sí mismo, a pequeña escala, una reproducción del hacer y deshacer del universo. Permite, bajo determinadas leyes, la adopción de nuevas formas, posturas, perspectivas, maneras, creencias, ideas, más todas partícipes de un impulso emergente que tiene por forzosa y natural tendencia la convergencia en la unidad de la que todo procede, y en la que todas viven, mueren y renacen a un tiempo.
El ser humano es conquistador de la armonía a través del conflicto y su grial la Vida en Armonía, no importa si no se agotaron las hieles del conflicto cuando en su latir y en sus labios se sabe ya hombre eterno.

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[1] Juan Iglesias. Pasado, presente y futuro del Derecho. Labeo, Rassegna di diritto romano. Jovene – 43 (1977) 1 – Napoli. P. 29

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