EL ESPÍRITU DE LA MEDIACIÓN
En
función de la perspectiva cabría afirmar, de un lado, que el conflicto es la
substanciación, la materialización de la energía en un objeto determinado,
podríamos decir que el conflicto se ha cosificado, es cosa; desde el lado
opuesto cabría aseverar simplemente, que el conflicto no tiene sustantividad
propia, es una idea en la mente del ser humano. Comprender el conflicto exige
necesariamente acercarse a quien es agente y sujeto del conflicto, al ser
humano, y al marco de relaciones en donde se suscita y resuelve. El ser humano
en su faceta y escala de hombre
transitorio, en su impulso inmanente de progresar presta su atención y su
energía a todo aquello que experimenta como una compensación a su falta de
conciencia de hombre eterno. Su
carencia de conciencia de ciudadano-espíritu
del universo ha de llenarla, y en su natural desenvolvimiento como alumno
de la vida actualiza sus atributos –voluntad, amor e inteligencia-, se completa
y realiza trecho a trecho, trance a trance. A tal fin el ser humano presta
interés a las cosas, a lo externo, a sus creencias, de tal modo que el objeto
de su interés, aún siendo transitivo y con fecha cierta de caducidad, deviene
importante y esencial. Esto es así, porque como hombre transitorio todavía no ha actualizado en sí, no se apercibió
de su propia condición de hombre eterno,
trascendente. Tratamos en nuestra ceguera de suplir la Esencia con lo que provisoriamente
hacemos importante.
Nuestro interés cambia de objeto a objeto en un movimiento compulsivo de la mente. En este estadio del desarrollo del ser humano lo sagrado es el mundo sensorial, empírico, material, sin más. Para cada uno deviene importante aquello a lo que le prestamos atención y energía. La importancia de la cosa o del conflicto se sustenta en tanto la abrigamos con nuestra atención y energías prestadas. Retirada la atención y la energías, simplemente la cosa, el conflicto se desvanecen.
Nuestro interés cambia de objeto a objeto en un movimiento compulsivo de la mente. En este estadio del desarrollo del ser humano lo sagrado es el mundo sensorial, empírico, material, sin más. Para cada uno deviene importante aquello a lo que le prestamos atención y energía. La importancia de la cosa o del conflicto se sustenta en tanto la abrigamos con nuestra atención y energías prestadas. Retirada la atención y la energías, simplemente la cosa, el conflicto se desvanecen.
Nos
movemos en una dimensión horizontal sin la profundidad donde se asienta lo
espiritual. En esta dimensión el conflicto no sólo es necesario sino inevitable,
es regla y lógica del juego. Y no porque en sí mismo exista, sino porque en
este particular estadio de la evolución es el resultado del movimiento de la
mente enfocando su energía al objeto de su interés en un marco de
supervivencia, de autoprotección, de competición, de carencia. El ser humano acaba
por identificarse con aquello y como aquello a lo que presta interés y energía,
haciendo así curricula vitarum,
sumando y añadiendo experiencias que son las vestiduras del –hombre transitorio- y velos que en forma
de juicios garantizan opacidad y condena a repetir partida, en similar versión
distorsionada del juego del hombre
eterno. Más no ha de caber desesperanza en lo natural, en la lógica, en la
ley, y sí gran aliento en la Ley universal.
En
esta dimensión horizontal infinitas son las formas y modos con los que el hombre transitorio se iguala, y en su
confusión y temor a la pérdida del objeto con el que se ha identificado discute
y enarbola la bandera del conflicto sin saber que un corazón viajero equidista
de todos sus viajes. Más nada ni nadie viaja sólo en el universo. El universo,
la realidad, es bien sabido que es una y se articula en una jerarquía dinámica
de holones que emergen y trascienden. Así, se hace preciso el entendimiento y
nexo en esa relación de hombre
transitorio con hombre eterno y
su proyección trascendente universal. Baste al efecto una visión sencilla y
unificadora: al igual que la entidad átomo
es al tiempo un todo y una parte de un todo mayor, la entidad célula; ésta es a
su vez un todo y al tiempo una parte mayor de otro todo mayor, la entidad
organismo; de igual manera el organismo sigue siendo al tiempo un todo y una
parte de un todo mayor, la entidad cuerpo humano; así el ser humano, en todas
sus estructuras de todo orden es un todo, un micro universo, más al tiempo una
parte de un todo mayor, la entidad género humano. Nadie puede hacer abstracción de esta jerarquizada
correspondencia si pretende la comprensión de su ser ni de los fenómenos de
relación en que vive, incluido el conflicto. Esta escala, jerarquía y condición
es predicable de todo en la naturaleza, y háblese de reino físico, reino
animal, reino humano, reino espiritual, o de cualquier otra holoarquía lo
superior siempre engloba, incluye, participa y da vida a todo lo inferior.
Hemos de descubrir en este
proceso trascendente, en su dimensión vertical, que como hombres transitorios alumnos de la vida somos un holón, un todo;
que tal clase de conciencia no se agota en sí misma y es al tiempo una parte de
una conciencia mayor el hombre eterno,
ciudadano del espíritu del universo. Descubrir esto es reconciliar la Vida y todos los
holones en su relación horizontal y todos los holones en su dimensión vertical.
Descubrir y vivir la transcendencia es dar muerte al conflicto.Ir a 6 de 10
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