domingo, 16 de noviembre de 2014

El Espíritu de la Mediación - Al rescate del espíritu del derecho (3 de 10)


EL ESPÍRITU DE LA MEDIACIÓN
1. 2 Al rescate del espíritu del derecho
Se hace necesario rescatar del olvido el Espíritu y, sí también y por tanto, el espíritu del derecho, secuestrado y encarcelado por esta sociedad en extremo tecnificada. Este singular Reo, no obstante, se muestra siempre en presente como dádiva que como Amor nos regala para unión de todo extremo, en respuesta de toda pregunta y en solución a todo conflicto, también el del hombre transitorio-hombre eterno. El Amor nos insiste en que Él no es el preso sino nosotros los prisioneros del desamor. El Amor proclama que el hombre eterno es Dios y que el hombre transitorio son los modos en que Dios se multiplicó y regaló a sí mismo en su juego de relaciones y olvido; desde otra perspectiva, el hombre eterno es la Existencia y la conciencia plena del existir; por su parte el hombre transitorio es un modo de relación y de conciencia en proceso de realización como alumno de la vida, aprendiz de su dignidad universal.
No pretenden estas líneas, alcanzar reconocimiento pues las reflexiones que comparto son fruto de mi personal experiencia y, a decir verdad, en modo alguno académica, reconociendo sí que la limitación personal de uno se desvanece en el abrazo generoso de los otros. Desde la perspectiva universal del amor, que todo lo incluye, no renuncio a nada ni a nadie, ni siquiera a hacer profesión de ignorancia, ni negación del error en mi, porque bien se que a ignorancia y a error la vida, en su natural generosidad, siempre atiende solícita con la contraparte de sabiduría y salida a caminos más incluyentes y armónicos.
Si señalada fue ya la universalidad de la condición de jurista, y apuntada  mi primera intención de sustantivar amor y mediación como un todo, baste a modo de colofón, traer a colación esta nota en punto a más completa comprensión
Como advierte Bretone, recreando el pensamiento de Aragio-Ruiz y de Lauria, para definir a los juristas, a esos egregios mediadores en la tarea de procurar la marcha progresora del ordenamiento jurídico, es menester conocer el ambiente intelectual dentro del cual operaban, los filósofos que leían, los problemas políticos y económicos que ocupaban entonces las mentes de los hombres de cultura”[1]
Hay un llamado de la Ley al reconocimiento de su carácter superior al que, en todo tiempo, por interna resonancia convoca a quienes tienen capacidad y necesidad para experimentar en sí mismos tal revelación constituyéndose en puentes entre el Cielo y la tierra, entre la Ley y las normas. Aquí veo yo al mediador. En el Amor, pasado- presente-futuro son simultáneos, pero también el Amor se seduce a Sí mismo y despliega para tomar como amada al Tiempo y Espacio, y en este cortejo jugamos a un juego de amor en el que somos acariciados por la mano de un olvido que nos recreó en fragmentos con pérdida de la verdadera identidad común. Aquí se averigua o no que esta, la disociación del “hombre eterno” del “hombre transitorio” es la causa última de todo conflicto. Aquí veo yo la mediación como fuente sanadora del hombre, acercando, siempre tendiendo puentes a la unidad. Aquí veo yo la mediación entre “hombres transitorios” que pugnan entre sí, y aquí veo yo al Mediador sabedor de que media entre “hombres eternos” que olvidaron su linaje y herencia. Aquí veo yo amor en todo. Sí el mediador es hombre, es puente, es eterno.
El Amor es universal, pues no es cosa distinta que la conciencia íntima de la unidad que todo lo gobierna; el Amor otorga coherencia y cohesividad a todos los elementos que en universal abrazo ampara y cobija; nada sobra y nada falta. Cada visión, cada perspectiva tienen su propio fundamento y razón, son todas familia de distintos estados de conciencia que permiten en tiempo y espacio toda clase de amores y desamores. Tales son las reglas del juego y esta es la historia y la intrahistoria del cosmos. Aquí veo yo cómo la Mediación escribió sus mejores versos en un solo tiempo que es pasado, presente y futuro.

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[1] Juan Iglesias. Pasado, presente y futuro del Derecho. Labeo, Rassegna di diritto romano. Jovene – 43 (1977) 1 – Napoli. P. 21 (Nota: la negrita es mía)

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