1. 2 Al rescate del
espíritu del derecho
Se
hace necesario rescatar del olvido el Espíritu y, sí también y por tanto, el espíritu
del derecho, secuestrado y encarcelado por esta sociedad en extremo tecnificada.
Este singular Reo, no obstante, se muestra siempre en presente como dádiva que como
Amor nos regala para unión de todo extremo, en respuesta de toda pregunta y en
solución a todo conflicto, también el del hombre
transitorio-hombre eterno. El Amor nos insiste en que Él no es el preso
sino nosotros los prisioneros del desamor. El Amor proclama que el hombre eterno es Dios y que el hombre transitorio son los modos en que
Dios se multiplicó y regaló a sí mismo en su juego de relaciones y olvido;
desde otra perspectiva, el hombre eterno
es la Existencia y la conciencia plena del existir; por su parte el hombre transitorio es un modo de
relación y de conciencia en proceso de realización como alumno de la vida,
aprendiz de su dignidad universal.
No
pretenden estas líneas, alcanzar reconocimiento pues las reflexiones que
comparto son fruto de mi personal experiencia y, a decir verdad, en modo alguno
académica, reconociendo sí que la limitación personal de uno se desvanece en el
abrazo generoso de los otros. Desde la perspectiva universal del amor, que todo
lo incluye, no renuncio a nada ni a nadie, ni siquiera a hacer profesión de
ignorancia, ni negación del error en mi, porque bien se que a ignorancia y a error
la vida, en su natural generosidad, siempre atiende solícita con la contraparte
de sabiduría y salida a caminos más incluyentes y armónicos.
Si
señalada fue ya la universalidad de la condición de jurista, y apuntada mi primera intención de sustantivar amor y
mediación como un todo, baste a modo de colofón, traer a colación esta nota en
punto a más completa comprensión
“Como
advierte Bretone, recreando el pensamiento de Aragio-Ruiz y de Lauria, para
definir a los juristas, a esos egregios
mediadores en la tarea de procurar la marcha progresora del ordenamiento
jurídico, es menester conocer el ambiente intelectual dentro del cual operaban,
los filósofos que leían, los problemas políticos y económicos que ocupaban
entonces las mentes de los hombres de cultura”[1]
Hay
un llamado de la Ley al reconocimiento de su carácter superior al que, en todo
tiempo, por interna resonancia convoca a quienes tienen capacidad y necesidad
para experimentar en sí mismos tal revelación constituyéndose en puentes entre el Cielo y la tierra,
entre la Ley y las normas. Aquí veo yo al mediador. En el Amor, pasado-
presente-futuro son simultáneos, pero también el Amor se seduce a Sí mismo y
despliega para tomar como amada al Tiempo y Espacio, y en este cortejo jugamos
a un juego de amor en el que somos acariciados por la mano de un olvido que nos
recreó en fragmentos con pérdida de la verdadera identidad común. Aquí se
averigua o no que esta, la disociación del “hombre
eterno” del “hombre transitorio”
es la causa última de todo conflicto. Aquí veo yo la mediación como fuente
sanadora del hombre, acercando, siempre tendiendo puentes a la unidad. Aquí veo
yo la mediación entre “hombres
transitorios” que pugnan entre sí, y aquí veo yo al Mediador sabedor de que
media entre “hombres eternos” que
olvidaron su linaje y herencia. Aquí veo yo amor en todo. Sí el mediador es
hombre, es puente, es eterno.
El Amor es universal, pues no
es cosa distinta que la conciencia íntima de la unidad que todo lo gobierna; el
Amor otorga coherencia y cohesividad a todos los elementos que en universal
abrazo ampara y cobija; nada sobra y nada falta. Cada visión, cada perspectiva
tienen su propio fundamento y razón, son todas familia de distintos estados de
conciencia que permiten en tiempo y espacio toda clase de amores y desamores. Tales
son las reglas del juego y esta es la historia y la intrahistoria del cosmos. Aquí
veo yo cómo la Mediación escribió sus mejores versos en un solo tiempo que es
pasado, presente y futuro.Ir a 4 de 10
[1] Juan
Iglesias. Pasado, presente y futuro del Derecho. Labeo, Rassegna di diritto
romano. Jovene – 43 (1977) 1 – Napoli. P. 21 (Nota: la negrita es mía)
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